Todos somos peregrinos.
Unos subiendo a Cachuy, y otros sin subir.
Todos caminamos por el mundo al encuentro de nuestro Padre Dios.
A veces, la vida será difícil.
A veces, encontraremos dificultades y la subida será más costosa.
En uno y otro caso tendremos que caminar de la mano de nuestro Padre Dios, acordándonos de El con frecuencia, rezándole todos los días.
Sólo así llevaremos una vida auténticamente cristiana.
Sólo así llegaremos al cielo, que es meta de nuestro peregrinar.
PECULIAR Y ABNEGADA DEVOCIÓN A LA IMAGEN DEL SEÑOR DE CACHUY

Cachuy está situado a 3, 560 mts sobre el nivel del mar. Pertenece al departamento de Lima. Provincia de Yauyos, distrito de Catahuasi. No es un lugar provisto ni siquiera de relativa comodidad. Está situado en la falda, en la cumbre de un cerro abrupto. Allá el peregrino va, no con el objeto de pasar un momento de solaz, va guiado por su fe, unos a cumplir su misión cristiana, otros, por impetrar y recibir un beneficio del Señor.
No existen hoteles, casas de hospedaje, ni ningún lugar adecuado para cobijarse. A pesar de todas estas incomodidades la afluencia del peregrinaje es tan grande que se cuentan por miles durante las festividades del Señor.
Muchos de estos peregrinos se cobijan en carpas y otros permanecen a la intemperie durante los tres días de fiesta. Existen tres caminos para subir a Cachuy. Uno va por Pampas; por esta vía el viajero tiene que escalar colinas inmensas para bajar a Cachuy. Otro va por Putinza, por la que se sube la inmensa cuesta empinada de “Chuco”. Y el otro, es el que parte por Canchan, es el mas tendido y traficado por los peregrinos de la costa.
En el tránsito de estos caminos no se encuentra agua ni ningún otro auxilio, por ser laderas accidentadas y abruptas. A pesar de las dificultades del viaje y estadía en Cachuy el número de peregrinos aumenta cada año, no sólo por moradores de esta región, sino que concurren anualmente desde tierras muy lejanas para convertirse en fervorosos devotos del Señor.
Convendría en el trayecto de los caminos la colocación de cruces a ciertas distancias, a modo de las catorce estaciones del Vía Crucis, para que el sufrimiento de los millares de peregrinos sea de mayores méritos. El Señor, recibirá con mayor agrado, estos tributos dolorosos, en memoria de su pasión, ya que no se duda, que los retorne con abundantes bendiciones.
Los momentos más imponentes y grandiosos que viven los millares de peregrinos que acuden a la fiesta anual del Señor, son cuando reciben las bendiciones tradicionales de llegada y de despedida, se postran llenos de gozo como si hubiese ganado una victoria gloriosa, después de reñida batalla, para recibir la bendición del Señor y ofrecerle sus tributos mas fervorosos y filiales. Acuden todos alegres y entusiastas, puesto que para llegar a estos agrestes lugares han tenido que sufrir mil contrariedades, obstáculos que el enemigo del hombre los ha puesto; pero estos peregrinos llenos de fe luchan y vencen; por eso decimos que van gozosos como si hubieran ganado la más reñida batalla.
La bendición consiste en que el sacerdote levanta la pequeña imagen del Señor y bendice al enorme gentío que se encuentra de hinojos. En la bendición de despedida, los peregrinos se postran con cierta tristeza que se dibuja en sus rostros castigados por la inclemencia del tiempo y fatigas del camino y sobre todo por el pensamiento que embarga a muchos de ellos, sobre su próxima peregrinación al santuario.
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